viernes, 22 de febrero de 2008

Intento

Se levanto cansado, como se levantan de un tiempo a esta parte las personas de la ciudad.
Encendió la hornalla de la cocina y antes de calentar el agua de su café, puso las manos sobre el fuego. Sentía frío, frío en los huesos, frío en la carne, frío en la sangre y en la piel. Nada de un frío dulce, amable. Frío violento, intenso. Oscuro y metálico. Tal vez lo mas parecido al miedo, o al amor, pensó.
El sol todavía no salía, pero daba lo mismo. Hacia tanto que no miraba hacia arriba, cielo abierto. Ni siquiera recordaba el numero de estrellas que habían en él. Y menos un día como aquel, tan egoísta y celoso, que contraía sus horas, y apuraba el paso de todo y de todos.
El café, para no romper con la tradición, resultó un asco milenario, tan exclusivo y gentil que solo él lo tomaría, hasta el fondo de la taza de loza saltada.
La calle, aquella mañana, lo ignoró mas impecablemente que nunca. Ni el portero cometió la imprudencia de saludarlo.
Tal fue la esperanza de creer que la chica de bufanda azul le sonreiría al cruzar la calle, que olvido incluso que la estaba cruzando. Y nadie le hizo el favor de esquivarlo.
Su cuerpo cayo pesadamente sobre el asfalto, y un hilo de sangre se deslizo por su mejilla. No se dio el tiempo del ultimo suspiro, ni dejo que nadie le tomara la mano, quizás para evitar la humillación de no tener quien lo haga.
La chica de bufanda azul paso por ese mismo lugar justo cuando lo retiraban. Esa noche lloro porque el hombre de mirada cansada que cruzaba todas las mañanas no había acudido a la brevedad de su presencia, y se acostó sintiendo un frío violento en los huesos, en la carne, en la sangre y en la piel. Oscuro y metálico frío, mas bien parecido a la muerte, que al miedo o al amor.

No hay comentarios: