sábado, 23 de febrero de 2008

Cupido

... un día, cansado después de una larga jornada de trabajo, Cupido colgó su sombrero y su gastado gabán en la soledad de su milenario departamento. Y como allí ya no había hidromiel, tomo las ropas antes abandonadas y salió a buscar un bar donde le sirvieran algo como para festejar el efímero éxito entre la madre soltera y el abogado penalista y algo como para olvidar el fracaso no tan rotundo entre los aplicados estudiantes de teatro que a la hora del amor se olvidaron del argumento.
Después de un par de cuadras y con algunos fríos de más, entró a un lugar mas o menos agradable. Y fue allí mismo donde conoció a una desocupada que destilaba ternura por sus dedos callosos. Y fue con ella con quien compartió no un dorado whisky ni una ardiente ginebra, sino un humilde cafecito que les reconfortó el alma.
Cuando la noche moría y Cupido estaba a punto de dispararse patéticamente una flecha que guardaba en el bolsillo derecho del gabán y ofrecerle, a falta de una flor, la que restaba en el bolsillo izquierdo a su dulce desocupada, recupero la conciencia, pago los cafés y se despidió porque se le hacia tarde para ir a visitar al matrimonio de maestros que ya no estaban tan seguros de lo que podían aprender el uno del otro ( no sin lamentar el haber nacido dios griego y no amante latino).

1 comentario:

Vanesa dijo...

Ya están habilitados los comentarios! Perdón...son las deficiencias y la impericia de quien suscribe. Gracias por pasar por aquí.
Vanesa